sábado, 6 de noviembre de 2021

El libro blanco de la profesión docente.

El año: 2015. El ministro: Wert. La tarea: redactar una propuesta docente renovadora. Es en este contexto donde nace de la mano del filósofo José Antonio Marina, la pedagoga Carmen Pellicer y el psicopedagogo Jesús Manso el Libro blanco de la profesión docente, de cuya existencia no había tenido noticia hasta hace unas semanas.

Carmen Pellicer y J. A. Marina. ⓒ Amador Martos.

Este hecho es triste, ya que en líneas generales me parece una obra (o más bien declaración de intenciones) valiosa. Quizás tengan razón algunas voces críticas cuando proclaman la necesidad de un cambio estructural del sistema educativo sin el cual aportaciones como las del Libro blanco no tendrían sentido, quedando relegadas éstas a un polvoriento rincón de alguna hemeroteca pedagógica.

A la vista de los acontecimientos, parece evidente que el Libro blanco no ha encontrado su nicho en el trasiego de leyes educativas que se han ido sucediendo en España y que el consenso político que alcanzó en un comienzo se diluyó tan pronto como los contendientes volvieron a enzarzarse en su particular demogresca. Sin un pacto educativo previo que incluya a un gran equipo multidisciplinar, iniciativas como ésta están condenadas al rápido olvido.

En cuanto a contenidos, el memorando desarrolla ampliamente y de manera racionalizada y comprensible prácticamente todos los asuntos tocantes a la figura del docente y su entorno inmediato y añade algunas propuestas interesantes aunque quizá ambiciosas en extremo. 

La idea de seleccionar a los docentes por vocación comprobada (como si de una probanza de limpieza de sangre se tratase), el aumentar su periodo formativo a 7 años o la fijación de una compensación económica a quienes demuestren un mayor grado de excelencia son propuestas experimentales cuya implantación a nivel nacional sería demasiado complicada de imbricar sin cambiar de raíz el sistema educativo.

Con todo y con eso, el Libro blanco es una obra de mérito cuya principal virtud sea quizás el sentar un precedente para futuras iniciativas de mayor calado y desarrollo que tengan como objetivo implicar a las mejores mentes del panorama psico-pedagógico y filosófico para abordar y materializar de una vez por todas la ansiada reforma educativa que sin duda, tendrá como una de sus ideas fuerza la puesta en valor del docente y su entorno.

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