miércoles, 20 de octubre de 2021

La educación en España, frente a sí misma y el mundo.

 

La cuestión del pacto educativo, que durante décadas se planteó como uno de los mayores retos para la democracia española, se ha ido convirtiendo paulatinamente en algo más parecido a un recurso retórico que los distintos ministros de turno esgrimen (y a veces arrojan con mayor o menos fuerza) cada vez que logran engendrar una nueva ley educativa. 

ⓒ Andrés Faro, @farohumor.

Podría hablar aquí de la patrimonialización de los mecanismos del estado (y por tanto de la educación) por parte de los partidos que se van turnando periódicamente en el gobierno, cuyas leyes educativas buscan frecuentemente la creación de futuros "votantes" ideologizados frente a la de ciudadanos críticos.

ⓒ Antonio Mingote para ABC.

Podría hablar también de la disparatada idea de que la receta del éxito educativo es el trasplante de sistemas extranjeros pensados para unos alumnos y unas familias con unos modos de vida y una cosmovisión radicalmente diferente a la nuestra. No somos Japón o Finlandia, pero tampoco tenemos por qué serlo.

Podría incluso hablar de la introducción de nuevas técnicas pedagógicas basadas en la premisa de que la educación memorística y ontológica como la conocemos ha de ser derribada y reconstruida según inciertos parámetros que implican el uso de conceptos abstractos y confusos.

Podría hablar de eso y de más para justificar el fracaso de la idea del "pacto educativo", pero el éxito del modelo planteado en el artículo sobre el funcionamiento del instituto con mejor rendimiento académico de Valladolid (y de manera casi desdeñosa, del mundo) me parece bastante más elocuente al respecto. 

Tenemos los medios para conseguir una educación pública, duradera y eficaz: de lo que no disponemos es de responsables públicos interesados en propulsarla.


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