sábado, 6 de noviembre de 2021

Las funciones docentes y la fundación Tomillo.

Para tratar el tema de las competencias que debe poseer o desarrollar un docente para un correcto desempeño de sus funciones laborales, se nos ha pedido que nos basemos en los apartados desarrollados en el artículo 91.1. de la LOE matizados por las reformas o modificaciones que se hayan podido producir con la reciente entrada en vigor de la LOMLOE.

En el desarrollo de la actividad, me tocó en suerte el punto 91.1.g. de dicho artículo que me permito reproducir íntegramente aquí:

Artículo 91.1.g) La contribución a que las actividades del centro se desarrollen en un clima de respeto, de tolerancia, de participación y de libertad para fomentar en los alumnos los valores de la ciudadanía democrática y de la cultura de la paz.

El contenido formal engloba varios conceptos éticos algo difusos y altisonantes, como la cultura de la paz y la ciudadanía democrática, cuya concreción en el mundo material hasta la fecha en la que escribo este artículo me es desconocida. Por otra parte, el artículo señala algunas de las principales dinámicas sociales que el docente debe desarrollar con su labor para garantizar un clima favorable de respeto y libertad.
ⓒ tomillo.org

Con respecto a la aplicación de este artículo en las dinámicas lectivas que hemos podido visualizar en el reportaje Pulso al Fracaso emitido en Documentos TV de RTVE en 2010, cabría señalar varios aspectos importantes que definen la adaptación de lo que la ley propone en un caso tan particular como es el de la Fundación Tomillo.

Los estudiantes que acuden a este centro vienen con un bagaje muy distinto al de un alumno estándar, bien sea por su trayectoria académica, su situación socioeconómica o su procedencia. Por ello, a priori podría parecer un reto inasumible el inculcar los valores que refleja el art. 91.1.g. que se ha citado más arriba en personas que parten de unos juicios tremendamente negativos en lo que a actitud y comportamiento se refiere.

Sin embargo, en la Fundación Tomillo logran imbuir a sus alumnos de un espíritu de respeto y responsabilidad personal y colectiva a través de un refuerzo positivo consistente en un trato de madurez y de confianza que no está exento de castigos y medidas ejemplares con las que el alumno díscolo aprende a través de la confrontación pública o la actividad física a respetar los materiales, a los compañeros y, en definitiva, a sí mismo.

Quizás no sea competencia del docente formar en cultura de la paz perpetua intergaláctica o ciudadanía chachipiruli, pero resulta un hecho objetivo que la labor social y ética de un buen docente conduce irremediablemente a la formación de personas adultas, maduras y responsables que de una u otra forma, se convertirán en ciudadanos pacíficos dotados de valores (o no). Si en la Fundación Tomillo apuestan por sus alumnos y ganan, ¿por qué no deberían hacerlo otros centros con mayores recursos y potencial económico?









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